De un tiempo a esta parte he retomado una vieja idea que nunca termino de materializar, más que nada por cuestiones logísticas, y que he decidido poner en práctica de una vez por todas. Me refiero a la militancia.
En estos tiempos de quiebra de las relaciones interpersonales, de aislamiento fomentado por la todopoderosa idea del individualismo, o los restos del pensamiento burgués de la familia como célula social básica, separada del resto por una membrana de protección aparentemente aislante; en estos tiempos, digo, de desprestigio de lo colectivo me parece importante formar parte de algún organismo pluricelular en el que el todo resultante sea mayor que la suma de sus partes.
Os lo cuento porque sé de antemano que no será un colectivo feminista, y no lo será porque considero el feminismo no como un fin en si mismo, sino como un punto de vista, un lugar desde donde observar y actuar, motor en lugar de objetivo, lugar de partida para una transformación de las estructuras desde mi posición de ser humano libre.
Feminista no es entonces necesariamente la mujer que busca su emancipación como el objetivo último, ni siquiera la emancipación de todas las mujeres, mi feminismo es el de una persona que cree que los seres humanos (hombres o mujeres) pueden y deben enfrentar su vida sin que su sexo biológico y los roles culturales a éste asignados la limiten.
Por eso se habla de feminismos, en plural, y no de feminismo como un todo uniforme, porque aquel al que yo me adscribo es el que cree que la perspectiva de género ha de ser la fuente de la que broten transformaciones de toda índole y que repercutan en una mejora de las estructuras, desde mi ser de mujer, trascendiéndolo.
En estos tiempos de quiebra de las relaciones interpersonales, de aislamiento fomentado por la todopoderosa idea del individualismo, o los restos del pensamiento burgués de la familia como célula social básica, separada del resto por una membrana de protección aparentemente aislante; en estos tiempos, digo, de desprestigio de lo colectivo me parece importante formar parte de algún organismo pluricelular en el que el todo resultante sea mayor que la suma de sus partes.
Os lo cuento porque sé de antemano que no será un colectivo feminista, y no lo será porque considero el feminismo no como un fin en si mismo, sino como un punto de vista, un lugar desde donde observar y actuar, motor en lugar de objetivo, lugar de partida para una transformación de las estructuras desde mi posición de ser humano libre.
Feminista no es entonces necesariamente la mujer que busca su emancipación como el objetivo último, ni siquiera la emancipación de todas las mujeres, mi feminismo es el de una persona que cree que los seres humanos (hombres o mujeres) pueden y deben enfrentar su vida sin que su sexo biológico y los roles culturales a éste asignados la limiten.
Por eso se habla de feminismos, en plural, y no de feminismo como un todo uniforme, porque aquel al que yo me adscribo es el que cree que la perspectiva de género ha de ser la fuente de la que broten transformaciones de toda índole y que repercutan en una mejora de las estructuras, desde mi ser de mujer, trascendiéndolo.